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— 45— con ella, y aun declaré a estos la guerra. Digase lo que se quie- ra, hasta mediados del siglo pasado, la Espaiia, unas veces vencida, otras yictoriosa, supo ir sosteniéndose contra la con- juracion de las naciones: decaida estaba cuando entraba en su ocaso Ja dinaslia de Carlos I. no quedandole ya sino muy poco de sus dominios anliguos de Ltalia; pero, consumada la ascen- sion al trono de Felipe V, y establecida una administracion sabia y econdmica, crecieron tanto sus tesores que, al morir Fernando YI. las tesorerias de Ja nacion estaban apuntaladas, Grande fué Carlos III. en levantar monumentos que ostentan gloriosas, Ja Corte, Barcelona, Cadiz y otras ciudades; pero esa grandeza se ha de compartir con sus padres, que allegaron con afan.lo que él gaslé con gloria. Grande fué en haber enyiado a Napoles naves, y naves atesladas.de oro, para fabricar a Ca- serla con su palacio, y sus jardines, y sus fuentes: grande fue en haber regalado 4 Palermo la magnifica y monumental fuente que ocupa toda una plaza y no tiene ménos de cuarenta eslatuas de estatura natural, de finisimos marmoles de Carrara, Gran- de fué en gastar. ; Ojala no lo bubiera sido tanto! Pues esos monumentos que costaron 4 Espaia tantos millones, han ve- nico a parar a manos sacrilegas , que han alentado mucho con- tra el Vicario (le Cristo, y no poco contra la felicidad de nuestra amada patria, La posteridad. ha formado ya su juicio sobre esta grandeza : pero. la filosofia sana de la historia no puede ménos de vislum- brar en aquella época. de grandezas materiales’, el desenvolvi- miento de un cancer, que germinaba en el cuerpo de una politi- ca no tan catdlica como debia esperarse , antes por el contrario, bastardeada por el filosotismo , que extendia ya con audacia sus influencias mualéficas en todas partes, y que en ninguna nacion habia de producir males tan trascendentales como en Espaiia, segun lo verémos ahora.
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