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= No hay ferocidad sobre la ferocidad del fanatismo : asi, se vieron enténces conflagraciones contra Espaiia, revestidas de un caracter peculiar. La Holanda protestante se dié la mano con la Inglaterra, para infestar todos los mares , y aniquilar si pudieran, los dominios de Espaiia: de ahi la destruccion por los ~ holandeses de cuantos establecimientos de portugueses habia en Ceilan, y en toda la costa occidental del Indostan: de abi la destruccion de las costas del Brasil: de ahi el’apresamiento de toda nave espafiola que tuviese la desdicha de encontrarse con ingleses i holandeses en alta mar, su saqueo, su incendio y el asesinato de los tripulantes, como es testigo el santo padre Acevedo con sus treinta y ocho compafieros de la Compaiia de Jesus , martirizados todos en medio del Océano, cuando iban al Brasil a predicar el Evangelio 4 los salvages. Seriamos intermi- nables, si debiésemos referir los dafios que en la primera cen- turia del protestantismo hizo 4 Espafia la hija de Enrique, e! rey apdstata de Inglaterra. Pero no podemos pasar en silencio que, muerta ella, dejé & sus sucesores como en testamento el cargo de continuar su obra. ' 4 Y preciso es decir que el protestantismo ha obsequiado los volos de quien lo restauré en Inglaterra, despues de haber res- tablecido el catolicismo la piadosa hija de Catalina de Aragon, ayudada de su esposo Felipe, del cardenal Reginaldo Polo y del célebre tedlogo espaiiol, Domingo Soto. No parece sino que aquella restauracion ejecutada por el principe, que al poco se sentd sobre el trono dé San Fernando, fué una capa de tierra que cubrié por seis aios la semilla incubante de una sierpe ve- nenosa. La hija de Enrique y de Ana Bolena, sentada en el trono que ocupé la reina Maria, no satisfizo su rabia destru- yendo cuanto habia hecho la que habia heredado la fe de su madre, sino que convirlié su furor contra la Espafia, que tuvo la parte principal en la restauracion de la verdad. Desde entén- ces, siglo por siglo, la guerra del protestantismo inglés contra Tomo It. : 8