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Dia QUINTO. 347 desventurados precitos. Allí la memoria de sus anti- guas felicidades, y de las proporciones que tuvo pa- ra salvarse, le causará el tormento mas cruel. Este será aquel gusano inmortal, que incesantemente le morderá las entrañas y el corazon por toda la eter- nidad. ¡Ay, que pude no pecar , y pequé! ¡Ay, que pude salir de pecado en tal ocasion, y no lo hice! ¡Ay , que no hice caso de las luces y recuerdos para obrar bien! ¡Ay ,que pude librarme de estas penas, y por mi libre alvedrío y voluntad he entrado en ellas para nunca mas salir ! ¡Ay de mí! dirá un Sa- cerdote envuelto en las voraces llamas del abismo: yo, llamado á la casa de Dios: yo, que sabia el bien y el mal que me estaba esperando, que trataba de dar al pueblo la ciencia de la salud, y de disponer para Dios un pueblo perfecto : yo , que tantas veces prediqué y confesé á muchos que ya estan en la. glo- ria: yo, que tenia en mis manos todos los dias al Dios de la santidad, consagrándole sobre sus altares, y distribuyéndole al pueblo: yo, infeliz ministro de tan venerables sacramentos , decia , y no hacia: enseñaba , y no practicaba: conocia el bien, y no le seguia : veia el camino recto, y no iba por él: no quise la bendicion , y apartóse de mí: amé la mal- dicion , y vino sobre mí la maldicion eterna; y aho= ra me yeo atormentado en este fuego. ¡Oh ! malditos

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