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XIV ocupamos sin mérito: alguno nuestro, dirigimos al Todopoderoso nuestros humildes votos , pidiéndole sus luces y asistencia para desempeñar debidamente las grandes obligaciones anexas á nuestro oficio pas- toral, convencidos de que son insuficientes nuestras fuerzas para llenarlas dignamente. Esta considera- cion nos estremece, especialmente en unos tiempos en que habiendo desplegado sus banderas la impie- dad, necesitamos los pastores de la. Iglesia la mas exácta vigilancia para que el rebaño que Dios nos ha encomendedo, no se dexe sorprehender de la as- tucia de los enemigos: de la fe. Porque ciertamente, amados hermanos nuestros, estos son aquellos peli- grosos tiempos que anunciaba el Apóstol San Pablo en su segunda carta á Timoteo (1): tiempos en que abusando los hombres de la razon natural, é.inten- tando sujetar á ella las verdades mas augustas, quie - ren trastornar el Evangelio, abolir la pureza de sus leyes, y desterrar de los fieles la obediencia £ la mo- ral de Jesúchristo. A este fin han adoptado un género de ciencia que llena de orgullo y soberbia el corazon humano; ciencia reprobada por las divinas letras, y cuyos co= nocimientos nada influyen para que entremos y mo- * (a) - Cap. ttr. v. 1,
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