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Dra TERCERO. 163 lidad que le dexa casi sin: aliento, con una inquietud mortal que le tiene sin sosiego, con una aprehension espantosa que le perturba el espíritu: quando el pecho se le levanta, la respiracion se apresura, los ojos se le hunden ó se le abren espantosamente ,-los dientes se le traspillan, la nariz se afila, las mexillas se le cubren de una palidez mortal, palpita inquieto el corazon , y la garganta se le anuda con el mortal ronquido! Ved aquí, alma mia, en que vienen á pa- rar todas las vanas ideas de grandeza, de podery de gusto que. sueñan los mortales. ¡O-Dios mio!'¿es po= sible que se ha de ver en este momento un hombre que no ha pensado en morir? ¿Un hombre olvidado de sus obligaciones , descuidado de su «salvacion y cargado de pecados hade morir?¿Qué alivio sentirá el triste con la vela bendita en la mano, con el Sacer- dote á su lado y el «crucifixo 4:la vista? Si jamas ha sabido ajustarse á las máximas del Evangelio , si hz escarnecido de los exercicios mas:santos de piedad, si ha abusado de lo mas venerable de la religion, ¿qué ideas y sentimientos de consuelo le podrá dar la. vista de Jesus crucificado? ¡Qué. reflexiones hará entónces , nunca hechas á 'tan clara-.luz, pero to+ das inútiles! ¡Cómo juzgará entónces con verdad de las cosas; mas sin-provecho! ¡Deiquántas acciones se arrepentirá! ¡Pe o quéscósa ¿tan cruel es arrepens
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