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Dia SEGUNDO. 133 bien que quieres, y de obrar el mal que aborreces. ¡O alma! ¿Quién te librará del cuerpo de esta muer- te? Pero así como en una batalla se experimenta siempre que algunas tropas son mas animosas en aco- meter, mas firmes en resistir , y mas dificiles de ven- cer; así tú , alma mia, en la continua batalla de tus pasiones adviertes que alguna de ellas es mas terca, mas porfiada , mas vigorosa, y por la que mas fre- qiientemente tropiezas , y de la que mas dificultosa- mente te levantas: ¡Ay , alma mia! Conócela bien, que esa estu pasion dominante: esa esla que te ar- rastra , esa es la que te vence , esa la que dará con- tigo , si no tratas de emendarte , en los calabozos sempiternos. Esa es , bien lo sabes , el principio de tus males, el orígen de.tus desdichas, y el colmo de tus infelicidades. Serias mas insensible que las pie-= dras si te imaginaras sin pasion dominante. Tuvié= ronla los ángeles en el cielo, nuestros [primeros pa= dres en el paraiso, y gimen oprimidos de ella todos los hombres sobre la tierra. No es en todos una mis- ma , aunque suele serlo en muchos. En unos es la avaricia , en otros la ambicion: en estos la ira, en aquellos la luxuria : en unos la soberbia , en otros la envidia; en estos la gula, en los otros la pereza; pe- ro en todos es igualmente perniciosa y dañosísima. Parece nada una pasion de pereza ; pero atieride y
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