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DIA SÉPTIMO. 83 to! Pero esto será nada en comparacion del que causará la sentencia pavorosa que á la vista de todas tas generaciones pronunciará el supremo Juez de vi= vos y muertos. Para su mayor tormento escucharán primero la que dará á los justos, á quienes mirando con un semblante dulcísimo, les dirá: Venite, bene- dicti Patris mei, percipite regnum, quod vobis para- tum est ab origine mundi. Venid , benditos de mi Pa- dre, á poseer el reyno que os tengo preparado desde el principio del mundo. Venid desde el trabajo al des canso , desde la batalla á la victoria, desde la tierra il cielo: Venid benditos en el alma , benditos en el cuerpo, benditos por toda la eternidad: venid ben- ditos de mi Padre eterno, inmenso y omnipotente: benditos de mi Espíritu Santo , de mi Madre María purísima , de mis amigos los Santos , y de mis minis- tros los Angeles : venid benditos del Criador y de to- das las criaturas á poseer el reyno de la gloria: aquel reyno, que es la mansion de la eterna paz, mi casa, “mi palacio y lugar de mi gustosa habitacion : venid, pues os le tengo preparado desde el principio del mundo en premio de vuestras virtudes. Vosotros me visitasteis estando enfermo, me hospedasteis siendo peregrino , me vestisteis hallíndome desnudo, y me alimentasteis teniendo necesidad : Venite , benedictt Patris mei. ¡O qué cánticos de alegría! ¡O-qué L 2
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