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DrasocTAvo. 229 se hallaba bien dispuesto ; ¡ay Dios! ¡qué ansieda- des !¡qué aflicciones! ¡qué congojas no atormentan su atribulado corazon ! Dexemos esto por no hacer= nos interminables; pero confesemos de buena fe, que quando no necesitáramos esta preciosa virtud para vencer las propias pasiones en el confesonario, y su= frir constantemente las impertinencias agenas, nos seria indispensable para no intimidarnos con la pre- sencia de los poderosos. Tu ergo fili hominis ne ti= meas eos , neque sermones eorum metuas , decia Dios á Ezequiel (1), y dice á todos los confesores : no te- mais á esos hombres , ni os acobarden sus amena- zas : habladles todo quanto yo os inspiro , é intimad=- les la observancia de mi santa y divina ley: Sea un General de exército , sea un Grande del primer ór= den , sea un Príncipe coronado , si no llega bien dis. puesto cobibe , ac coerce : majorem tu illo babes potes= tatem.(2). Esta es la sublimidad de la jurisdiccion eclesiástica: este es el honor, y el grande poder de que estan revestidos los Sacerdotes. No pueden los legos manejar legítimamente nuestro incensario, á no usur- par la potestad divina. que nos ha comunicado Jesu= Christo ; así como nosotros no podemos interrumpir (1) Cap. 11. v. 6. (2) Chrisost. hom. 1xxx11. in Matth. )

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