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Dra ocTavo, 171 las plazas oimos murmuraciones : en- las calles las blasfemias , los juramentos y las palabras torpes: en las casas las discordias., las riñas y maldiciones : en las familias los rencores y enemistades: en los tra- tos las usuras y los engaños: en los comercios las mentiras y la falta. de buena fe: en los poderosos el abuso del poder:con:queagovian y ¡injurian y escla- vizan los derechos del ciudádano: en:los mendígos la ociosidad, la embriaguez y la irreligion, y en la ma> yor parte de los mortales el olvido de su Dios y da inobservancia de su santa é inmaculada ley. Grande €s, venerables Sacerdotes , la necesidad de contener con la predicacion del Evangelio tan universal desór- den en las costumbres. No hubieran llegado á tan al- to grado los vicios , decia Santo Tomas de Villanue- va, si hubiera predicadores que levantaran la voz contra ellos (1). Grande es, vuelvo á decir, y extre- ma la necesidad de predicar el Evangelio. ¿Pero qué es el Evangelio?¿Quándo hemos de predicar el Evan. gelio? ¿Cómo hemos de predicar el Evangelio? He aquí , mis carísimos padres , la materia de esta uti. lísima é importantísima plática. Haced, Dios «mio, que yo la explique á mayor honra y. gloria vuestra, (1) Defluxit populus in vitia, quia non est qui «Copriras sum. Sanct. Thomas 2 Villán. serm. 11. de Spirit. Sancts* Y a
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