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Dia SÉPTIMO. 143 espíritu y sin devocion, quando se pretende alabar su santo y terrible nombre: unas voces que en vez de alabarle le insultan, y en lugar de desarmar su có- lera contra los pecados de los hombres, le irritan de nuevo multiplicando las ofensas, Pocas cosas halla- reis en el mundo que mas. nos muevan á formar una idea mas digna de Dios, que un coro bien entonado, un Coro en que una multitud prodigiosa de ministros con uniformidad de voces y consonancia de espiri= tus alaban al Criador con magestad, pausa, decoro; hermosura y edificacion. El cielo, el mismo cielo no me parece un lugar mas digno de la divinidad que un coro semejante. Aquí congregados los hom= bres en el nombre del Señor entonan sus alabanzas, publican sus grandezas, agradecen sus misericordias, obedecen sus mandatos , ofrecen sus corazones , día rigen sus clamores, y piden por los pueblos. Aquí los Angeles «santos interpolados con los Sacerdotes, elevan al trono del Omnipotente las oraciones de todos, y vuelven 4 baxar acompañados del perdon para los pecadores, del consuelo para Jos tristes, del alivio para los enfermos , de la paz para los reynos , de la tranquilidad para los- estados; de la perseverancia para los justos, y del-remedio de todas las calamidades. Aquí el mismo Dios asiste en me- dio de los que estan congregados en su nombres pa-

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