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Dra sértimMO. 185 to rezelo para no creer ni contradecir 4 todo espí- ritu, sin ver primero por la doctrina de la Iglesia, si el espíritu es ó no de Dios, No encuentro palabras bastantemente significativas para explicar la extre- ma necesidad de esta prudencia de las serpientes que tanto nos recomienda Jesuchristo en su Evangelio; no solo para ganar los grandes pecadores, sino tam- bien ( y pienso que aun con mas razon) para dirigir las almas que caminan por una oracion extraordina- ria , y en unas noches obscuras y tenebrosas, á los últimos ápices de la perfeccion. ¡Ay de mí! Partido mi corazon con el mas intenso dolor, puedo deciros en nuestros dias lo mismo que el gran Padre San Agustin lamentaba en su tiempo : hé visto, dice , la caida de hombres eminentes en virtud y ciencia, de cuya perseverancia noconfiaba ménos que de la de los Ambrosios y Gerónimos. La fregiien- cia casi diaria del confesor con su confesada , engen- dra un mútuo amor, una familiaridad grandemente perjudicial 4la pureza de entrambos: si el confesor no está sostenido con la oracion mas pura y fervoro- sa, temo su ruina. Y si á los Sacerdotes virtuosos que freqiientan la oracion es tan peligroso el ministerio del confesonario, ¿quánto Jo será para los que sin entender ni practicar los caminos de la oracion pretendan exercitarle? ¿Qué conversiones se podrín
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