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muerte cuando hervían en su ca beza las ilusiones más risueñas y cuando echaban cuentas para muchos días: guardamos quizás en la memoria algunas de las fra ses con que ellos se lamentaban del engaño en que hasta entonces habían vivido; pero con todo no escarmentamos, ni el ejemplo de los demás es bastante á desvane cer las funestas ilusiones que nos tienen como adormecidos para que no veamos nuestro peligro Vivimos con tanto descuido, como si-realmente estuviéramos al abri- go de toda adversidad. Lo que acontece a los demás nos parece siempre cosa natural, y así no nos extraña. el que á cual quiera de nuestros amigos y cono- cidos le sobrevenga una grave en fermedad, que en pocos días ó en