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3 Para esforzar nuestra pusila- nimidad, nos aprovechará grande mente la memoria del fin para que hemos sido creados: y no só- ló para animarnos á padecer, sino también para despegar nuestro corazón de las vanidades que tan to nos ciegan y alucinan. ¡Cuán soberanamente despreciables no le parecen todas las cosas de es te mundoal que con atención pro funda reflexiona en-su último fin! El incesante movimiento y la agi- tación febril con que los hombres corren de acá para allá, cada uno ] pos de su objeto predilecto, le semeja un inmenso hormiguero: en las riquezas que tanto se estiman, le parecen basura y lodo despre- ciable;: las dignidades y empleos, entretenimientos de niños: los ho nores, ilusiones de nuestra loca