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acertemos á saber lo que desea nuestro pobre corazón. Todo esto E es como un vuelo misterioso « nuestra alma que desea remon tarse á su Dios para descansar en El; son, digámoslo así. como sacudidas que ella da, cual si qui- siese romper las ligaduras que la tienen sujeta y aprisionada en es ta cárcel de nuestro cuerpo. Ea, pues, busquemos á Dios con todo el ahinco, ya que única- mente El es el fin supremo de nuestra existencia: consagrémosle todos los pensamientos de nues. tra alma y los afectos de nuestro corazón: enderecemos hacia El todas nuestras obras y de este modo alcanzaremos el fin para que hemos sido creados. Punto II. Pero no olvidemos que este fin

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