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la moneda que Dios ha puesto en nuestras manos para negociar el asunto interesantísimo de nues tra salvación; moneda tan ' indis- pensable y necesaria, que sin ella nada es posible hacer en orden a la vida eterna. La misma Sangre preciosísima de Cristo, aunque de valor infinito, sin el tiempo, sería ineficaz para justificarnos; porque en el infierno ya no hay reden ción y en el cielo ya no se necesi- ta: pero esta moneda sólo se ha lla en esta vida, pues en la otra no existe el tiempo sino solamente la eternidad, en la que cada cual po- see lo que ha merecido por sus obras. Siendo esto así, fácil es com prender lo mucho que nos impor ta aprovechar el tiempo con ex quisita diligencia, para llevar á ca- 3
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