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320 osamos levantar castillos tan . so- berbios? ¿Cómo echamos cuentas para largo tiempo, siendo tan li. mitado el de nuestra vida? Causa admiración ver la seguridad con que los hombres trazan para mu: chos años sus planes, como si Dios hubiera puesto en sus ma: nos el tiempo que han de vivir. Para desengañarnos de esto man- dó Dios decir á su Profeta: «To- da carne es heno y su gloria co- mo la flor del campo: secóse el heno y cayó la flor.» Así también en secándose el árbol de nuestra vida, caen por tierra las flores de nuestras vanas esperanzas. Como insensiblemente ha lle- gado este año á su término, así llegarán todos los demás, como arriban una tras otra las olas á la playa, ó como se desprenden po-

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