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A verjeles, ó como los vientos abra sadores que vienen del desierto, y agostan las plantas é impiden que los frutos lleguen á madurar. El mérito de nuestras obras está en razón directa con la caridad que nos anima, con la excelencia de los fines que en ellas nos pro- ponemos y la perfección con que las practicamos: es decir, que nuestras obras serán tanto más meritorias, cuanto fueren hechas con amor más encendido, con in- tención más pura y con solicitud más grande. Pues bien, la tibieza estorba obrar de este modo: el alma tibia procede inconsiderada- mente y por rutina: apenas se acuerda de dirigir á Dios sus obras: no sé cuida de engrande- cerlas con fervorosos actos inte- riores ni atiende á sobrenaturali-
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