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SER nuchos años nunca dió frutd, me reclamos por esto, que Dios, can- sado de esperar, pronunciase con tra nosotros sentencia de extermi.- nio y nos mandara arrancar de la tierra fértil de su Iglesia; mas El. que es benigno y misericordioso, lejos de pronunciar contra noso- tros anatema de muerte, nos pro- longa el término de la vida, para expiar nuestras culpas y hacer fru- tos dignos de penitencia, ¿No es esto una fineza digna de aprecio y reconocimiento? Si á un pobre hombre cargado de deudas le con. cedieran sus acreedores un año de tiempo y medios para satisfa- cerlas cumplidamente ¿no sería es to un favor extraordinario? Pues tales somos nosotros en la pre- sencia de Dios: hombres infelices, abrumados coh el peso de enor
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