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EREpRÓS que en esto padecemos una la- mentable ofuscación, puesto que un mal puede ser en sí muy grave, aunque sea poco duradero: no du- raban más que unos cuantos días, y frecuentemente sólo algunas ho- ras, los tormentos de los mártires, y con todo, solamente pensar en ellos nos estremece. Muy poco se prolongan los dolores de la. enfer- medad, y sin embargo, se hacen tan intolerables que algunos se desesperan y atentan contra su vida. Muy livianas son las tribula- ciones de este mundo, y, no obs- tante, ¡cuán insoportables nos pa- recen! Ahora bien, juntemos en uno todos los suplicios «de los márti: res, añadamos á esto los dolores, enfermedades, angustias y amar- guras que pueden afligirnos acá

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