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A > deja inservible. Así las faltas ve- niales no destruyen la vestidura de la gracia, pero la dejan tan mal parada, que con ella el alma no puede parecer en presencia del Rey celestial, ni gozar de los abrazos dulcísimos de su Dios, y mientras no se purifique de esas manchas, jamás logrará unirse á ÉL ¡Qué lástima causa la vista de un riquísimo vestido afeado con alguna asquerosidad! ¡Qué triste- za experimentamos al contemplar una hermosa pintura sobre la que ha caido un negro borrón! ¡Qué compasión nos inspira una perso- na dotada de un hermoso rostro, pero desfigurado por una horrible úlcera! Pues mayor pena debiéra- mos experimentar de tener man- chada con la suciedad del pecado

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