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—266— licia de las culpas veniales, consi- deremos ahora el correctivo que Dios les impone: porque debien- do existir proporción entre la pe. na y la culpa, claro es que si Dios castiga el pecado venial con rigor extremado, no puede ser su mali- cia despreciable. Y de hecho así es: Dios castiga con tanta severidad esas faltas que tan insignificantes parecen que, á no asegurarlo la divina Re. velación, lo tendríamos por increi ble. El destierro y la privación de los bienes temporales, son penas tan severas que las leyes sólo las aplican á los que han cometido enormes delitos: pues bien, con este género de castigo suele Dios vengar las faltas veniales. ¿Qué mayor destierro que el que pade- cen las almas del purgatorio, ale-

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