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PE El gastaba las noches en dirigir al cielo fervorosas plegarias ¿cuán to convendrá que nosotros, a quie- nes rodean tantos peligros y aque- jan tantas necesidades, frecuente mos la oración? Sí, esta debiera ser la ocupación continua de todo cristiano: rogar á Dios constántemente, pedirle el remedio de tantos males como nos afligen, suplicarle el socorro po- deroso de su gracia, llamar á las puertas de su misericordia para impetrar el perdón de las culpas cometidas, y, en fin, suplicar á Dios constantemente el don de la perseverancia. ¿Lo hacemos así nosotros? ¿destinamos á este ejer- cicio alguna parte del mucho tiem- po de que disponemos! ¿con qué fervor y con qué atención oramos á Dios, las pocas veces quelo ha-
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