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—243 es fuente de gracia, debidamente recibido; pero, al contrario, oca- siona la muerte, cuando no se re- cibe con las disposiciones necesa- rias. Sta. Teresa, después - de muerta, dijo á un sacerdote que predicase contra las malas confe- siones, porque eran muchas las almas que se condenaban por este motivo. Mas no por esto debemos llenarnos de escrúpulos, toda, vez que nadie hace malas confesiones y se condena, si no es advertida mente; y así hemos de evitar el escollo de estar siempre pensan 1 ' 1 do én su validez; porque de aquí se originan multitud de inquietu des que roban la paz del alma, la cual, después de la gracia de Dios, es lo que más nos importa con servar. Basta que, al hacer nues- tras confesiones, hayamos tenido

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