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RAS en el pecado, si Dios misericor diosamente no nos tendiese su mano, allí permaneceríamos para siempre, como un tronco :ó una piedra que no pueden moverse del lugar á donde han caido. Pues bien, para remediar un mal tan difícil, inventó la benignidad de Dios este piadosísimo sacramen- to, donde tan facilmente recobra el alma todo lo que había perdi- do por la culpa; esto es, la gracia, la amistad de Dios, el derecho á la gloria, el mérito de las buenas obras, y, en una palabra, la vida sobrenatural. ¡Quién no admira aquí la extremada misericordia de Dios que, para curar un mal tan terrible, inventó un medio tan fá- cil! Pues ¿qué otro puede serlo más que el de la confesión? A to- da hora del día ó de la noche es-

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