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Punto II. Consideremos ahora la inmen- sa misericordia de Dios. que tan admirablemente resplandece en este sacramento de piedad. Nada hay tan terrible como el pecado, y ninguna cosa es para nosotros más perjudicial: él nos aparta de Dios y nos priva de su dichosa amistad; de hijos suyos nos trueca en esclavos del demo- nio, y de herederos del cielo nos destina á las penas del infierno; en suma, el pecado es para la criatura el conjunto de todas las desdichas y el resumen de todos los males que pueden acaecerle en este mundo. Y lo peor no es esto,si no que es una desgracia de tal naturaleza, que ninguna posi- bilidad hay en nosotros de poder- la remediar. Después de caidos

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