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haber por aloún tiempo imitado : q la desatentada conducta del hijo pródigo, disipando villanamente los tesoros del Padre Celestial? ¡A quién no remuerde la concien- a 1 1 cia de haber malogrado culpable mente dones y talentos extraordi | narios que recibió de Dios, bien para su propia s antificación, bien para la de otros? Muy feliz. y pri vilegiado sería, por cierto, quien pudiera gloriarse de no haber ja mas delinquido en esto; mas p y ] le desgracia no es la tierra at 1 tro corazón la más á propósito para producir fruto tan raro y ex traordinario; antes bien sólo pa rece abonada para levar flores, cuya belleza dura unos instantes, y dar cañas frágiles que simboli zan nuestra ligereza é instabilidad en los caminos de Dios.