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223 iluminar nuestra alma cuando menos lo esperábamos y menos también lo merecíamos? Pues las gracias que por medio de los sa- cramentos recibimos, ¿quién pue de comprenderlas? Y ¿qué decir de tantos medios como Dios nos otorga para conseguir nuestra sal vación y de tantas comodidades para servirle? Lecturas, exhorta: ciones, buenos ejemplos, ejerci: cios de piedad y, en fin, todo aquello que tan abundantemente hallamos en la Iglesia para nues- tra santificación. Siá esto se aña de la excelencia inestimable de estas gracias que son' el precio de la sangre de Cristo, habrá que concluir que nada hay tan odioso como el abuso de ellas. Nada, sin. embargo, más fre- cuente y ordinario que este deplo- | qu-_ n_n.

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