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—218— miserable dejan de abrir al celes. tial Esposo que con repetidas ins. tancias llama á las puertas de su corazón. Y así puntualmente amenaza Dios conducirse con los tales, se. gún lo manifiesta por la Escritura. En una parte dice: «Mi pueblo no quiso escuchar mi voz y los hijos de Israel rehusaron obedecerme: por eso los abandoné, dejándolos ir en pos de los deseos de su co- razón y seguir sus devaneos.» En otro lugar añade: «Porque estuve llamando, y vosotros no- me res- pondisteis, os alargué mi mano, y ninguno se dió por entendido, menospreciando mis consejos y no haciendo caso de mis repren- siones, yo también miraré con ri- sa vuestra perdición.» Es decir, que Dios, en vista de la resisten-

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