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—176— ¡Oh misterio soberanamente consolador! ¡Dios ama al hombre! El Creador á la criatura, el Señor á su siervo, el rey á su pobre va. sallo, la infinita grandeza ála ba jeza infinita, la suprema felicidad á la extrema miseria... ¡Dios ama al hombre...! Esto enseña la fé y esto publi. can á grandes voces todas las criaturas. La Sagrada Escritura, ese divino libro escrito por el de. do de Dios, parece destinado úni- camente á contar las inefables bondades del Creador y su tierní- simo amor para con los hombres La Humanidad sacratísima de Cristo con sus llagas amorosas, parcce una misteriosa celosía á través de la cual se descubre el impetuoso vol cán de amor que ar de en el pecho del divino Verbo.

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