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153 nuestras desgracias y á escuchar el clamor de nuestras súplicas. ¡Oh dicha inefable! En medio de nosotros está el que hace la feli- cidad de los bienaventurados: con nosotros vive el que es la alegría de los ángeles: en nuestros hu: mildes tabernáculos reside Aquel cuya grandeza y magestad no pueden abarcar los cielos. ¡Oh verdad consoladora! ¿Cómo es que continuamente no pensamos en esta nuestra dicha? ¿cómo no nos atraen con fuerza irresistible la benignidad y el amor de este fidelísimo y celestial amigo? Con harta frecuencia andamos mendigando por el mundo la amistad de las criaturas, y bus cando un corazón á quien confiar nuestras penas y alegrías; un co: razón de amigo á quien hacer de-

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