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No debe extrañarnos, pues, el lenguaje de los doctores de la Iglesia al tratar de la gran necesi- dad que tenemos de la devoción á María para conseguir la eterna felicidad del cielo. Diga, pues,San Anselmo: «No oirá la eterna mal dición aquel por quien María rue- gue una sola vez.» Afirme S. An tonino: Que así como es imposi- ble que llegue á salvarse aquel de quien María aparte los ojos de su misericordia, así es necesario que se salve y sea glorificado aquel que tenga la dicha de que María ruegue por él y lo mire con be- nignidad» Diga S. Germán: «Que no hay uno que se salve que no sea por la intercesión de la Santí- sima Virgen» Enseñe finalmente S. Ignacio mártir que: «Jamás pe- recerá el que sea diligente en hon-

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