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122 lo que ha de menester; el esclavo la redención, el enfermo la salud, el atribulado el consuelo, el peca. dor el perdón y el justo la gracia y la perseverancia. No es posible que lleguemos á comprender lo mucho que nos ama esta nuestra tiernísima Ma. dre, ni tampoco alcanzar las mu- chas mercedes que nos ha dispen- sado. ¡Oh si llegáramos á enten: derlo! ¡oh si pudiéramos conocer la grandeza del amor que María nos tiene! ¡Con qué ardor la ama- ríamos! ¡cómo pensaríamos en ella continuamente! Día vendrá en que, postrados á los pies de nues- tra soberana Reina, conoceremos los beneficios de que le somos deudores y le rendiremos afectuo- sas gracias por habernos librado del infierno.
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