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RED ra de Dios, sus gracias y perfec- ciones son incalculables, y, en fin, su belleza y hermosura recrean á Dios, alegran á los ángeles y atraen irresistiblemente el corazón de sus amantes, por lo cual San Buenaventura la llama robadora de los corazones: Raptrixcordium. ¿Puede darse un objeto que sea más digno del abrasado amor de nuestros corazones? ¿En qué podemos emplear mejor el afecto de nuestra alma que en amar á esta hermosísima criatura?¿Quién, á excepción de Dios, tiene más derecho á nuestro amor que Ma. ría Santísima? Ella, no solamente es amabilísima por sus gracias y excelencias, y por las prerogati- vas con que Dios la ha condecora- do, sino aún más por el entraña. ble afecto con que nos ama. PA 4 4 É K $ A

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