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ación. Poco necesitamos renexionar ] ] $ para convencernos de est« Dast a ¡ É > r a. jar la atención en nosotros mus mos y mirar lo que pasa en nues tro interior No era pre 1IsO que ñ el santo Job nos hubiera dejado escrito en sus tristísimas lamenta- ciones: «Que la vida del hombre es una perpetua guerra.» La e, periencia es más que suficiente á enseñarnos esta dolorosa verdad. la cual en ningún libro aprende el hombre mejor que en sí mismo Allá en los recónditos senos del del alma, en las interioridades mis. teriosas del corazón. es donde principalmente se traba este com- bate cotidiano, en que la carne lucha contra el espíritu, y el espí- 1
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