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— 105 despojados de la justicia original y de aquella dichosa rectitud con que Dios nos enriqueció en el día de nuestra creación. Como conse- cuencia de esto, se introdujo el desorden en nuestras potencias y sentidos, y se quebrantó el saluda- ble freno que las había mantenido hasta entonces sujetas á la razón. ¡Así castigó Dios la soberbia de la criatura, permitiendo en justa pena de su rebeldía, que las pa siones se declarasen, digámoslo así, independientes y le negasen la debida sumisión y obediencia. Desde aquel aciago día, nuestro interior.se parece á una república dominada por la anarquía, en la que todos quieren mandar y na- die obedecer; y el hombre infeliz se asemeja á un monarca destro- nado, contra el que todos se atre- | 1 JE 3

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