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a. nuestra suerte! ¡Oh Señor! ábre- nos los ojos para que veamos lo que tanto nos importa é interesa. Punto II. Añádase á lo dicho, la incerti- dumbre en que nos es preciso vi vir respecto á una cosa que tanto nos interesa. No sabe el hombre si es digno de amor ó de odio, di- cela Escritura. Mientras vivimos en este mundo nadie, sin especial revelación, sabe si acabará en gra- cia de Dios: nadie puede conocer cuál será el término de su vida y la suerte que ha de caber á su alma. Sabemos sí, que son muchos los llamados, más pocos los escogi- dos: que es infinito el número de los necios que se apartan del ca mino del cielo: pero ignoramos cuál ha de ser nuestra suerte. ¿Pue- - ; A] 4 13 y E J A q 4 B ES
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