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Año 1784 15 que sufrir algunas vejaciones ó molestias de la fa- milja, que ya ha empezado á experimentar, durante el próximo peligro de la enferma, las que forzosa- mente serán mayores no estando yo á su lado en aquel caso. Encomiéndela Y. mucho á Dios, pues la necesidad es más que grande. Deseo y debo dar á V. cuenta de la misión de Sanlúcar; pero no sé de qué ó cómo lo haga. , En ella no hubo movimiento alguno extraordi- nario que denotase fruto considerable en el pueblo; bien que no dejaba de advertirse la devoción con que oían la palabra de Dios. En los trece días que duró la misión, dimos ocho de ejercicios á los -ecle- siásticos con igual fruto al referido. Mi interior siempre caido, seco y disipado, más en la predica- ción ardiente ve eficaz por lo común, pero solo mien- tras duraba aquel sauto ejercicio. No me sentaba en el confesonario, ya porque la predicación era por mañana y tarde, y ya porque el habitual des temple de la cabeza me parece no lo permite, por lo cual mi compañero con otros se aplican á esta ta- rea. Yo quisiera seguirlo, porque juzgo me condu- ciría, no poco, para la predicación, pero me sujeto á lo que los compañeros ó el Prelado dispone: V. me dirá si he de empeñarme en seguirlo. La asistencia la tuve y tendré en el Palacio del Señor Arzobispo sin que haya sido posible conseguir otra cosa; esto trae consigo algún dispendio del tiempo, y alguna abundancia en la mesa, lo que tampoco he hallado medio para remediarlo, por más que lo he procu- rado. No sé si esto impedirá en alguna parte el fruto de la misión; y si tal sucede, quisiera saber lo que debo hacer para no ser responsable á Dios de ello. Mi interior sigue en su ordinaria disipación y desgano de todo lo bueno; en esto apenas hago lo
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