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70 Cartas DEL Bearo DrieEGO Me persuado habrá escrito á V. ó que lo hará pronto, pues se lo dejé encargado. En Ronda me detuve á esperar el compañero, lavar el hábito porque no hubo lugar en Málaga, y con este motivo hice allí el día de retiro mensual que V. me dispone en la suya y de él salí tan ruín como me estaba, bien que siempre insistiendo en pedir á Dios mi remedio, y en él con especialidad Ja divina asistencia para esta santa misión. Para ella me hallo no sé cómo, porque es una especie de insensibilidad rara, unida con grande ardor y vehemencia de espíritu en el 2ablar, espe- cialmente en los exhortos por las calles; en la publi- cación que hicimos ayer, la que fué tanta, que me parece no ha tenido igual en mí; me hailo sin de voción y no me falta; no tengo interior movimien- to, aun notando no carezco de ellos, y así es una cosa sin sustancia que no sé explicarla. Dios dé á V. luz para entender á este topo tan sin vista y sin atadero. Este Excelentísimo Prelado, que lo es en todo, me tiene á su lado en Palacio, pues no ha querido en manera alguna asista en otra parte, aun des- pués de haber pensado que asistiese en el Convento de los Reverendos Padres Mercenarios descalzos. Piensa no detenerme aquí mucho, por hallarme atrasado de tiempo con mi tardanza; pero en estos pocos días tiene dispuestos los ejercicios al clero por sar á la M, Terán. Seguramente el P. Alcover se lo mandaría cuando termina el período diciendo con su natural candor: No sé decir otra cosa. Es imposible en muchos párrafos como el anterior, com- prender perfectamente al Beato, por no tener las cartas del P. Alcover á que contesta. El croquis de éste sermón lo con- servamos en un cuarderno con otros del bienaventurado. Si Dios nos da vida, publicaremos todos los cuadernos donde hay un arsenal de materias admirables y utilísimas.
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