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A aa Y de i 5 570 CARTAS DEL Beato DrEGO0 noce el engaño, viendo tan de bulto la falsedad de esa pro- puesta? Cuidado con aquello: Si caecus caeco ducatum praes- tet ambo in foveam cadent. Dónde iremos á parar con un rendimiento tan ciego á las insinuaciones de una criatura con tantos visos de ilusa? La especie de la unión del alma del director con esa su dirigida y la que dice sucederá á V. C, en iguales términos, es más digna del desprecio, y de la risa que de la menor atención. Dios nos llama á su divi- na unión, y ésta de espíritu, por la gracia, y sublime perfec- ción, no á esas uniones con sus criaturas, y máxime siendo estas de diverso sexo, y con quien frecuentemente se trata, Vea V. C. á nuestro Seráfico doctor S, Buenaventura (entre otros varios) sobre este punto, y quedará suficientísimamen- te desengañado. Confieso, amado P. mío, me ha causado suma compasión ver en estos despeñaderos á dos hermanos míos, á quienes tanto debo amar y amo en Jesucristo. Sobre todo sube de punto mi aflicción al leer en la de V. C. qué algunas veces conjuran al espíritu infernal per merita ipsius creaturae, por las victorias que ésta de él ha conseguido. Es imposible significar aun una pequeña parte de mi asombro, ni de lo que pudiera decirse á esto. ¿Es creible, P. mío, que hayan de hacerle más fuerza al enemi go los méritos limitados de una criatura (si los tiene) que los infinitos de Jesucristo Nuestro Redentor? Que no valien- do cosa alguna aquellos sin estos, se prefieran en el conjuro; y se crean ser grandes porque conjurado en virtud de ellos contesta el demonio después que ha callado conjurado en virtud de Dios? Qué nueva práctica es esta de exorcismos, tan contraria á la establecida por nuestra Santa Madre la Iglesia? Asunto es, en mi juicio, delatable al Santo Tribunal; y si V, C.no hace á su dirigido que corrija este crarísimo error, no cumplirá como ministro de la verdad. Haga V. C. porleer la carta que he citado del V. P. Posadas, y verá reprobado, y abominado este detestable abuso. Ya con esto tenemos poco que detenernos en lo que es el espíritu de esa mujer. Lo extravagante y raro del camino que lleva, dan fundado motivo para creerla engañada y en gañadora. Sus virtudes tiene más señales de cuento que de verdad: su humildad se «leja ver aparente y estudiada: sus incendios de amor á Dios, sus ánsias por recibirlo sacramen tado, y lo demás que se dice de estas especies lleva sus visos de muy poca verdad en la práctica. Sus éxtasis, arro- bos, deliquios amorosos, etc., corren parejas con sus virtu des. No es posible detenernos en cada punto de estos; pero bastará demostrar la falsedad de alguno que dice necesariw
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