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ind escrito A o A A de A A A NO de a] DD6 Cartas DEL Bearo Diego No dudo que para V. habrá sido sentidísima por los muchos motivos que para ello le asisten; y este serlo para V., hace que lo sea para mí. No sé que decir, ni que preguntar á V., porque me ha sobreco- gido este acaecimiento en términos que no acierto ni aún con lo que quisiera preguntarle de su ejemplar vida, de su preciosa muerte, y de su fama póstuma, si en Granada ha sido conocida y llorada su fal. ta, «.; me parece que daría V. mucha gloria á Dios, confusión á los abismos y consuelo no menos que esfuerzos á los que desean servir á Dios, porque sin duda se estimularían grandemente á ello, si tuviesen alguna noticia de esta grande alma. No digo más porque para V, esto poco le basta, si puede hacerlo y Dios se lo inspira. Deseo á V. cumplida salud para que pueda con- curado cumplir pidiendo por el fruto de sus misiones y ta- reas apostólicas, » Entre las muchas almas que tuvieron revelaciones del fin nobilísimo y alto para que Dios había escogido al Beato Diego, se cuenta en primera línea á la M. Gertrudis, como se colige entre otros muchos pasajes, del siguiente que to- mamos del mismo capítulo 59. El Beato le escribió dicién- dole: «Las cosas que Vm. me dice son muy ciertas y sin duda las que yo para 10i bien he menester; mas estoy tan distante de ello que á no ser tanta la bondad de Dios, me creería tal yez falto de remedio; sé que lo tengo porque su Majestad es infinitamente bueno, pero es preciso me ayu de Vm. á pedirlo y se empeñe eficazmente con su amabilí- simo Esposo para que me lo conceda, pues sabe deseo de corazón ser todo suyo y llenar perfectamente su voluntad.» Ejercitóse toda su vida en asperísimas penitencias y Dios la probó como á. oro en el crisol con graves enferme- dades que sirvieron para acrecentar más su mérito y vir tud. Mortificadísima y observante, dejó á su muerte, acae: cida á los 50 años de su edad. luminosa estela y olor suave de sus virtudes singulares. El P. Alcoyer se negó en un principio á dirigirla, cedien; do luego á las reiteradas instancias de Sor María, que lo

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