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SAA 522 CARTAS DEL BEaTo DrEGO Cuando llegué á Baena ya iba algo retocado del padecer de las entrañas y me parece que con algu- na propensión á dolores cólicos porque me dieron antes y después de estar allí, aunque no fuertes. Con este motivo me trataba con alguna delicadeza, me dejaba cuidar de la familia en cuya casa asis- tíamos, que lo hacían con suma caridad y esmero, y llevado de mi amor propio, omití en los tres ó cua- tro primeros días, las tres disciplinas acostumbra- das en la misión con el pretexto de que no hallaba sitio proporcionado. El interior me acusaba de pe- rezoso, y unos de estos días se me representó entre sueños un gato negro muy doméstico con un cor- del al pescuezo, pero suelto. Me llegué á el para acariciarlo pasándole la mano, y él con las dos su- yas, me la afianzó como jugando, pero sin clavar las ufías; más fué de un modo que por más diligen- cias que yo hacía, no podía desprenderlo, ni que me soltase la mano, y á este tiempo reparé que el rabo de este animal era tan raro y tan fuo que me dió algún horror y conocí que era otra cosa de lo que parecía. Desperté y entendí que aquel gato era mi amor propio que me denía en el demasiado cui- dado de mi cuerpo. Volví 4 quedarme dormido y se me representó un hombre mozo con aspecto devo- to, en traje pobre, manifestándome particular ineli- nación, el cual sentado en el suelo, manifestaba querer persuardirme que omitiese la disciplina que yo entonces tomaba. Desperté y advertí la repren- sión interior suave y quieta por la omisión de la ter- cera disciplina (ya había empezado á hacer alguna) me hallé muy movido á corregir esta falta y con el conocimiento de que aquel hombre devoto era mi amor propio que con capa ó pretexto de pruden- cia en mirar por mí, me surgería á omitir aquel corto ejercicio. Desde entonces corregí mi yerro,
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