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508 CARTAS DEL Beato DrEGO los Puertos, en busca de mi R. P. Provincial. Pero en el correo de antier me hallé con carta suya, en que respondiendo á mi carta de aviso, me manda no me mueva, no emprenda en manera alguna este viaje. En atención á esto me resuelvo á escribirle á no quedarme otro arbitrio. Crea V., P. mío, que mo tengo ni levísima repugnancia á lo que me ordena y quiere que haga, porque estoy persuadido que lo que corresponde es obedecer. Mas como es asunto que no depende de mi voluntad, no deja de serme sensible que crea V. omisión en mí, lo que es ca- rencia de arbitrios. No repugno las determinaciones de V., Dios mé libre de eso; quiero ejecutarlas, pero ¿de qué me sirve el quererio, si el poder me hace falta? A Dios le es fácil lo que á mí no me es posible; en sus ma- nos estoy, y si no padezco engaño, con total indife- rencia. Durante mi enfermedad tuve que trabajar un memorial (1) de tres pliegos y medio para el señor Inquisidor general, delatando una proposición mía que inadvertidamente puse en el sermón de Nuestra Señora de la Asunción, que se imprimió el año pasa: do en Málaga, y es ésta: «La muerte que pone fin á la vida de los hombres es una propiedad ó condi: ción inseparable de la humana naturaleza, que siempre la hubiera padecido, aunque Adan no hu: biese pecado» Esta prout jacet, es una de las here: jías de Pelagio. Avisado de esto por un religioso capuchino, resolví á delatarla y retractarla inmedia- (1) El memorial á que-se refiere es un trabajo muy bien hecho, aunque amazacotado de textos de los santos padres y teólogos de nota. Está fechado en Ronda el 14 de Mayo de 1799, y dirigido al Sr. Arzobispo de Burgos, que á la sazón era Inquisidor general de España.
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