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502 CARTAS DEL BEaATO DIEGO Señor y el fin de mi vocación. Y efectivamente he visto y palpado la verdad de la conmoción de los pueblos, en la hambre y deseo ardentísimos de oir la palabra de Dios y en los extraordinarios vehe- mentísimos empeños porque vaya á predicarles, ó porque me detenga. No refiero casos en individuo, por que ni yolos sé todos, mi los que he sabido, pueden compendiar- se. Baste por todos el de Málaga. Vió ó se le manifes- tó á una alma de singular y calificada virtud en(1) Jerez que iba Dios á destruir á Málaga y que con la misión y su tal cual fruto se había suspendido este castigo. Así me lo avisa su director (2). No omitiré de repetir á V. que aquello: Ven acá, Diego mío, fué un pensamiento mío, efecto de mi desmedida soberbia y no realidad como yo he figu- rado. Sentí, es verdad, los efectos que dije y espe- cialmente un gran esfuerzo y deliberación para pre- dicar asuntos dogmáticos contra la incredulidad é irreligión del día. Tengo mucho miedo y amargura de conciencia por haber dicho entonses tal cosa, siendo un mero pensamiento mío. Siento los nuevos cuidados en que V. se halla sobre su traslación. Le deseo la mejor salud y toda felicidad, como á mi venerado abuelo y bendita her- mana; yo sigo sin especial novedad, á Dios gracias, siempre de corazón de V., á quien pido su santa bendición y sus oraciones mientras que ruego á (1) Esta gran sierva de Dios, de quien conservamos dos cartas originales era de la Tercera Orden de Sto. Domingo y se llamaba Sor María Antonia Tirado de Jesús, de Jerez de la Frontera. Fué una de las almas más santas de su tiempo. (2) Loera el R.P. Presentado, Fr. Francisco González, íntimo del Bto, Diego y calificado por él de Varon santisimo y de quien nos ocupamos en la nota de la página 385,
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