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Año 1798 497 arrasaron los ojos en aguas, quedó el interior devo- to y humillado, con facilidad de amar aquella suma bondad y con su habitual disipación. Decía con re- petición. ¡Oh vida de mi alma! A pocos intantes pa- recía que me nacía del corazón el decir á su Majes- tad: Da mihi animas cetera tolle tibi, Domine. Ha- ciendo en sus divinas manos una perfecta renuncia de toda sensible consolación y pidiéndole no me permitiese el volver ya á ofenderle. Cuando con alguna reflexión me acuerdo de lo referido suelen venir algunas lágrimas á los ojos: pero se pasan presto. No es decible la vergijenza que cuesta el decir este pensamiento que tuve, el cual me temo que sea efecto de mi soberbia. El Se- for me perdone. Lo confirmo con lo siguiente. Es- tando anoche con la comunidad en la oración tan distraido como siempre, me ocurrió á la imagina- ción una fuente sobre la faz de la tierra, cercada con un brocal de pozo, abierto por un lado para que corriese el agua; ésta era muy cristalina, pero poca, tanto que no hacía pozo, sino nacía y corría á regar no sé qué campo ó huerto. La fuente estaba ocupada de piedra y de alguna tierra y de entre es- ta y aquella, manaba por todas partes el agua. Me pareció que en esto me daba á conocer, que la doc- trina que predico es de Dios, y por eso es pura; pe- ro que mi terior es tal que sólo hay en él piedras y tierra de faltas y de miserias ete; me humillé; pedí misericordia, me ofrecí á su Majestad y clamé por el remedio de mis necesidades y de las de mis pró- jimos etc. Basta de canseras, Me repito de corazón á la obediencia de Y.; le pido su bendición y sus oraciones y ruegoá nuestro Señor, guarde su vida muchos años en su santo amor y gracia.
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