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a ió 490 CARTAS DEL Bearo DrieEGO De mi interior nada ocurre que decir á V. de nuevo, Equiparo sus pasos al de la tortuga y mica- minar al del cangrejo. Dios tenga misericordia de mí. La tribulación de la santa Madre Iglesia y la cruel persecución de nuestro Santísimo P. me aflije mucho; y al considerar la indiferencia que se deja ver en los príncipes católicos me aflige más y me te- mo de nuestro castigo inevitable (1). Aquí ha venido un Sr. Prebendado de la Cate. dral de Sigienza con el solo fin de proponerme ya: rios asuntos relativos á conciencia. Es hombre muy docto, de buena intención, de corazón sano y muy arreglado; pero molestado de escrúpulos. Pídale V. á Dios me dé luz para responderle á todo. Quisiera si es posible, me dijera sobre el uso que hace de la quina que trae siempre en la boca, si es cierto sirve para preservar de la corrupción de den- tadura, porque me han aconsejado la use echada en efusión. Me repito de corazón á la obediencia de V.; le pido su bendición y sus oraciones y ruego á nuestro Señor guarde su vida muchos años, en su santo amor y gracia. De V. su afectísimo hijo y siervo que más en Ntro. Señor Jesucristo lo ama y $. P. B, Fr. Dreco José pe CÁpxz. M53P. y Se D. Juan Jose AICOVer. (1) Y como lo temía ocurrió al pie de la letra.. Las na- ciones dejaron entonces que se cumpliera la ley del más fuerte, y esta ley cruel se va cumpliendo de una manera asombrosa en la mayor parte de las naciones latinas con tan- to más rigor y encarnizamiento, cuantos mayores motivos tenían para evivar el inicuo despojo de la Santa Sede. Des- graciadamente, España lo sabe ya por experiencia,

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