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Año 1798 485 y experimentadas y con ellas los sentimientos de mi interior que he manifestado con sinceridad á quien sabe mi conciencia; mas también los reparos á mi parecer bastantemente graves. que se me ofrecían en mi retiro á cualquiera de los conventos restantes de estos pueblos que más frecuento. Unicamente he cuidado de estar al parecer de V., para hacer á mi prelado la propuesta que se me ordenaba y yo pe- día. No sé, P. mío, qué decir á su queja de V. sobre nuestra visita en los pueblos y sitio que me propo- ne. Me acuerdo bien de su modo de pensar sobre esto en los tiempos en que la distancia y los obstá- culos de la salud y las tareas eram mucho menos que ahora y cotejándolo con lo que en su carta me expresa, venero las "disposiciones de Dios y las alabo. Luego que llegué aquí de mi viaje en el mismo día de la Ascensión del Señor, empecé en el siguien- te diez días de ejercicios, aunque no rigurosos en sus distribuciones. Solo algún rato más de oración; el ayuno diario que se práctica en la religión hasta la Pascua de Espíritu Santo y las tres disc 'iplinas dia rias. Nada especial ocurrió en ellos. Solo un conoci- miento profundo y firmísima persuación de cuán nada era lo que había hecho en la misión; cuán innu- merables mis faltas en ellas; y cuánto debía llorar y arrepentirme de ellas, aún de aquellas que en globo se me proponían. Después sigo en mi habitual disi- pación y alguna rara vez se hace sensible la caridad con los protestantes, hasta sacar algunas lágrimas; el deseo de su conversión y no sé qué especie de es- pecie de esperanza de aproximarse para muchos de ellos el tiempo de esta felicidad. Aunque días pasados, me parece, pedí á V. y me concedió su licencia para ayunar las ; isperas de to das las festividades de nuestro Señor y de nuestra
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