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474 CARTAS DEL Beato DirGO mi venerable P. González. del que salí con el fayóor de mi Señor Sacramentado. Mi rudeza y mi ignorancia no me permiten que aclare yo por escrito lo que en esto representa que decir. Mi interior está en tranquilidad, aunque acon- gojado con lo que V. oye de sentencias fortísimas sobre este particular. Alguna vez me consuela con la voluntad del que llama para algún destino, annque éste no eje- cute, porque no pende de su arbitrio aquello á que se ve suspirado. Con todo, al presente el miedo de mi eterna reprobación me tiene puesto en prensa el corazón. Con esta amargura empecé y concluí los diez días de ejercicios que por olvido no avisé á V. en mi anterior. En ellos he experimentado mi habitual sequedad y disipación. Sóio ocurrió en el día quinto en que daba principio á las consideraciones de la vía iluminativa, que meditando el alto misterio de la Encarnación del Divino Verbo, se fué no sé cómo el entendimiento ó se le dió luz para que mirase este arcano en el decreto que desde el trono dió la Santísima Trinidad, de que el unigénito del Eterno Padre se humanase. El alma llena de admiración se pasmaba de tanta grandeza y bondad. Se deshacía en lágrimas de dolor de sus culpas, amor á tal Señor y como hablando con su Majestad le representaba su ingratitud y l: de todos los hombros lo mal que habíamos de tratarle; y aquí entre delicadísimos afectos entendió el significado próximo de aquellas palabras: Aque multe non potuerunt extinguere cha- ritatem, y por esto se dijeron y escribieron. En esto sentía el alma un amor muy especial al Verbo Divi- no que había de hacerse nuestro hermano, y el fruto fué nueva luz, para conocer la caridad de un misio- hero en padecer malos ratos, viajes, persecuciones,
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