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462 CARTAS DEL BeATOo DrEGO0 ) 4 tablecimiento en Granada, por la lealtad de mi co- ' razón. Me detuve en hablar de esto en Granada, por- que el manifestarle lo que me lo impide, no ocasio- nase en V. alguna desconfianza y me pareció mejor 1 dejarlo á Dios y al tiempo, pues siempre lo hay 1 para manifestar 4 V. lo que no debo ocultarle, se- 11M gún que los casos se presentan, y con toda aquella ¡ ingenuidad y confianza que debo y que me precisa. j Suponga V. mi buena voluntad en conformarme con sus dictámenes y consejos que, á Dios gracias, | nunca me falta, y suponga también que no es posi- ble reducir á una carta lo mucho que algunos parti- culares puede ocurrir y exponerle, como con respec- ! to á la conventualidad del Castillo, dí á entender á usted en mi anterior. Ahora sucede lo propio con esa ciudad; mas so- bre ésta sólo le digo, lo que basta para que conozca, que no puedo pretenderla. Desde que llegué á mon- tar los cincuenta años de mi edad, empecé á experi- mentar diferentes quiebras en la salud y fuerzas, entre éstas la de una fuerte opresión en las entrañas y del pecho en el invierno, que casi de continuo me hace andar con el cuerpo doblado, sin poder andar derecho y con agilidad. En el invierno pasado se agregó á esto, no obs- tante, que en lo rigoroso de él estuve en Jerez y en Osuna, un dolor al pecho no despreciable, que llegó á fijarse en términos que me impedía mucho para ciertos movimientos, y aun para la ordinaria tarea. Este ha permanecido hasta que se acercaron los ca- lores. El frío es la causa de todo, y los que pasé en Galicia y en Asturias me fatigaron no pocu. Los de Granada son irresistibles para mí, y esto hace que no pueda yo vivir en ella; no obstante, para no guiarme por mi parecer, expuse ayer algo de esto,

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