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Cartas DEL Bearo DieEGO Y J. M. y J. Ronda 20 de Junio del 97. Amadísimo y venerado P. mío en el Señor: éste 10sotros. Amén. No puedo negar el gran cuidado en que me tie- ne el siiencio de V., que atribuyo á algún grave pa- decer que le « casiona. Dios dé á V. la salud que le apetezco y que tanto necesito. Yo llegué á ésta en los últimos días de Mayo, y al tercero Ó al cuarto me acometió una especie de tercianas, tan lenta y floja que apenas se conocía. Pero en la cuarta se de- claró en términos que me puso en las puertas de la eternidad, de modo que á no haber entrado una per- sona de la familia á verme, ó si lo hubiese retarda- do un poco más, se creen me hubieran hallado di- funto, ahogado, al parecer, de la sangre. Esto fué en la noche del día 9 del corriente, en cuya hora, avisado el médico bida y paños en el vientre y Con SAD- ste. se acortó la enfermedad, de a terciana fué pequeña, y la últi- han repetido. Sigo bien en mi convalecencia, á Dios gracias. Reconociendo de día en día el alivio que su divina Majestad me con: cede. Ojalá que acierte á emplearla en el fin para que me la dá sin merecerla. Lo ofrezco á la disposi: ción de V. para lo que guste mandarme. Si no padezco olvido creo que tengo dicho á us: ted de mi predicación en Sevilla y la conmoción que se advirtió en toda aquella ciudad, y no obstan- te la distancia de nuestro convento y lo pequeño de su iglesia; como también de la novena de nuestro P. Jesús Nazareno, que prediqué después en Morón, la centella que cayó en la Iglesia en la actualidad sea siempre con 1 y con refrescos de vi nagre en be erías al día siguien suerte que la quint ma, porque després no
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