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is 424 CARTAS DEL BEATO DrirGO0 con lo que tengo algunos temores. Soy un trompo para resolver estas cosas. En Cádiz fué desmedida la conmoción del pue- blo desde que puse el pié en tierra, de suerte que en el convento, no había rato de sosiego pata el desmedido concurso de toda clase de gentes á todas horas, tanto que alguna vez el ánimo se me fatiga- ba; volvía sobre mí, ofrecía á Dios la imponderable vergúenza que me causaba el presentarme á la vista de las gentes y le pedía misericordia para mí y re- medio para todo. Esta repugnancia se dignó su Majestad templarla haciéndome ver lo que se dig- naba obrar en algunos que vivían mal y se movieron á emprender nueva vida, mediante una confesión general, De estos llegaron á mí cuatro; una mujer que había 12 años que nose confesaba, y tres hombres; uno que contaba 9 años sin confesa, otro 16, otro 30, ¡Sea Dios glorificado! De estos casos tomuron moti- vo para instarme á que fuese de misión, luego que las fuerzas lo permitan. El Sr. Obispo estaba de vi- sita en la Isla, donde lo ví, y le debí extraordinarias manifestaciones de benevolencia y favor; pero nada tratamos determinadamente de misión. Esta la ne- cesito yo para mí, porque me hallo disipado y hecho un Job de miserias. A este fin haré los ejercicios, Dios mediante, en este Adviento. Estos los tendré aquí; porque no habiendo carne en Casares por el invierno, he pedido su licencia al P. Provincial pa- ra permanecer aquí, donde me hacen esta limosna. Déme V. para ello su bendición y para hacerlo como en todos estos años pasados. En Cádiz ví al P. D. Francisco Javier Quartin, del Oratorio de Sevilla; me dijo tenia que escribir á V. y que queria que yo se lo recomendase como lo hago porque le debo mucho.
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